El cauce del río Sarela, a su paso por Santiago de Compostela, fue lugar idóneo para la implantación de instalaciones industriales que crearon un riquísimo conjunto en el que surgieron estructuras de tipo rural, urbano e industrial, apoyadas en su variada topografía, trazando calzadas, caminos, canales, puentes y sendas junto al río que enlaza molinos y fábricas, constituyendo un ámbito de altísimo valor paisajístico, ambiental, arquitectónico, cultural e histórico.
En el cruce de la antigua calzada romana que conduce a Finisterre con el río, junto al "Ponte Sarela de Abaixo", se encontraba oculta por la vegetación la estructura muraria de la antigua Fábrica de Curtidos de "La Ribera de San Lourenzo", cuya construcción en 1790 fue factor determinante para la configuración altamente sugerente del lugar.
Este hecho planteaba el reto de buscar el enfoque adecuado para poner en valor los restos abandonados del antiguo conjunto industrial, dotándolo de los usos adecuados para contribuir a la recuperación del cauce del río, propiciando con ello su regeneración.
En este sentido, teniendo en cuenta las características de la antigua fábrica se propuso aprovechar el valor testimonial de las ruinas como muestra de la estructura propia de este tipo de industria y, como complemento de este uso cultural, rehabilitar los cuerpos anejos existentes y añadir otros nuevos para completar una instalación hotelera que diera apoyo y respaldo a la instalación "museística".