Este libro sigue la estela de "La ciudad creativa" que hace ya un par de años nos ofreció Richard Florida. Su subtítulo o leyenda nos dice "Cómo nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices", en definitiva se trata de una ardiente defensa de la ciudad a través de nueve capítulos con títulos tan atractivos como ¿Qué tienen de sugerentes los barrios deprimidos? o ¿Qué tienen de estupendo los rascacielos? o provocadores como ¿Hay algo más verde que el asfalto?. A los que se añaden además de un índice analítico, cincuenta y cinco páginas de notas y treinta y siete de bibliografía, lo que justifica que cada afirmación arriesgada o retadora que aparece en el libro aparezca documentada o refrendada por algún otro investigador. Nos hallamos ante un libro de investigación, poco habitual en el tratamiento de los problemas que hoy se le plantean, a través de capítulos aparentemente inconexos que justifican sus conclusiones finales.
Su autor es profesor de economía en la Universidad de Harvard y el libro está claramente vinculado a la experiencia americana, aún cuando aporte el análisis de otras áreas como Bangalore, siendo en conjunto sus reflexiones y conclusiones extrapolables a otros ámbitos geográficos.
Nos encontramos con un texto optimista y confiado en la capacidad de la ciudad de asumir cualquier reto y resolverlo "a medida que el mundo se unifica más aún, las ciudades se vuelven todavía más importantes". Plantea diversos ejemplos y recurre a menudo a experiencias personales, con un lenguaje coloquial y ameno que pide la complicidad del lector. Declara ya al principio que muchas de las ideas recogidas en el libro están inspirados "en la sabiduría de la gran urbanista Jane Jacobs".
Habla de la necesidad de reinvención de las ciudades "en la actualidad las innovaciones más creativas se dan en los barrios residenciales de las ciudades", del fracaso de la renovación urbana al olvidar que son las personas y no los edificios quienes determinan el éxito de la ciudad, criticando los proyectos estrella que hemos visto los últimos años como motores de éxito. Defiende la vida en las ciudades frente a la dispersión: "las ciudades son mejores para el medio ambiente que vivir en el campo" y por ello se convierte en defensor de la densidad y de la concentración en edificios en altura, quizá el planteamiento más novedoso y polémico que plantea.
Analiza las paradojas y contradicciones de la sostenibilidad, combinando la idea de la sostenibilidad con el crecimiento verde dinámico, "el ecologismo inteligente exige reflexionar sobre los efectos secundarios involuntarios de distintas políticas medio ambientales y reconocer cuales son en realidad más perjudiciales que beneficiosas" para concluir que la vida urbana es sostenibilidad sostenible, sin eludir temas como quien debe pagar los costes del desarrollo.
Las tecnologías de la información y la comunicación y su incidencia en los cambios de forma de vida son analizadas a lo largo del libro, concluyendo que éstas no han acabado con la interacción personal y la necesidad de la comunicación cara a cara, que facilita la ciudad compacta. La educación y la formación se usan como argumentos de prosperidad y competitividad de las ciudades, lo que por otra parte ya es habitual en todos los foros que hablan de la ciudad.
El libro tiene realmente interés por la actualidad de los temas que versa, el tratamiento de casos empleado en la argumentación y por la claridad con la que expone sus ideas, a veces de manera un tanto simplista pero no por ello menos eficaz.
Todo el libro, es en definitiva, la contraposición de la ciudad dispersa mal llamada verde, frente a la ciudad densa, "nuestra cultura, nuestra prosperidad y nuestra libertad son, en última instancia, fruto de personas que viven, trabajan y piensan juntas, y ahí reside precisamente el triunfo supremo de la ciudad".
María A. Leboreiro